UNA HISTORIA SIN FINAL Por Silvia Sacchiero
Está terminando el año…Pasaron ya 7 meses desde aquel día de Mayo, cuando sin saber ni como ni por qué, se cruzó en mi vida , en aquella sencilla estación de las nubes, esa chiquita salteña. Elina. Elina Soriano, y su hermanito Blas.
Y a partir de aquel día comenzaron a sucederse , uno tras otro, hechos que me sorprendían…
El primero de ellos fue recibir la contestación a mi carta. Con su letra redonda y despareja, con faltas de ortografía y mucho afecto, Elina me decía con gran seguridad y soltura que íbamos a ser amigas…y que deseaba volverme a ver. Yo sonreí con ternura y un poco de tristeza al leerla, pensando que era algo casi imposible de suceder…Era muy lejos…No, con seguridad nunca volvería allí…al pueblito color tierra…
Sin embargo me equivocaba…
Después de darme cuenta que me sería imposible enviarle encomiendas, porque era muy caro hacerlo por correo, apareció en escena Don Antonio Salinas, un generoso salteño que en sus camiones de la Empresa DAS, siempre iba a tener un lugar para ese montón de cajas de cartón, llenas de tantas cosas necesarias para los chiquitos de la puna, y que de esa forma llegarían a Salta. Y una vez allá, nuestros gendarmes, que bajando desde San Antonio de los Cobres hasta la ciudad, retirarían los bultos para luego llevarlos, como extraños Reyes Magos, hasta las remotas escuelitas salteñas.
Y aquí llegan a esta historia todos ustedes. Los que hacen posible llenar esas cajas con ropa, calzado, juguetes, libros, útiles, golosinas, alimentos…¡qué se yo cuántas cosas traen hasta aquí!
Y a cada uno de ustedes les agradezco internamente todos los días. Porque escucharon mi pedido. Porque dedican parte de su tiempo, en llenar bolsas, pensando en esos chiquitos que tienen frío y no tienen nada. Porque tienen un buen corazón. Por eso les digo gracias en nombre de ellos, a cada uno de ustedes.
Y también los amigos…mis amigos. Esos que acudieron inmediatamente, y aceptaron la propuesta de crear la Red Solidaria Escuelitas Salteñas. Graciela, Malú, Margarita, Néstor, Lucy, Celina, Teresita. Marta, las dos Cristinas, Carlos, Patricia, Susana, Amalia, Elina (otra Elina!)
Uno que otro no pudo continuar…pero respondieron al llamado, y eso también vale.
Y así fundamos “Escuelitas Salteñas”!!...y muy pronto también tendremos la personería jurídica, que ya está en trámite.
Y otro hecho insólito. Uno más en esta historia. Aquel deseo premonitorio de Elina, el que generó en mi una incrédula sonrisa…también se cumplió. Esta vez de la mano de Bernardo Racedo Aragón. El Secretario de Turismo de la Provincia de Salta.
Enterado de este proyecto, llamó una tarde, así sin más, y ante mis sorprendidos oídos, quiso colaborar también él. No sabía ni como ni con qué, pero quería ayudar de algún modo a esos porteños que desde tan lejos, pensaban en los chiquitos de sus montañas. Y llegaron los pasajes para sortear entre todos los que se iban sumando día a día. Y junto a ellos, haciendo realidad el sueño de Elina de volvernos a ver, una invitación para que yo pudiera volver a aquel pueblito y poder palpar más de cerca esa dura realidad. Y así fue. Volví a Salta, y una vez allí, en una baqueteada camioneta de la Secretaría de Turismo, maravillada una vez más de los increíbles colores de esas montañas, mientras escuchaba los relatos de Juan, el chofer, un salteño de Cachi que hizo parecer cortas las tres horas de viaje, mientras desfilaban en sus narraciones, la Pachamama, Eulogia Tapia, Castilla y el Cuchi Leguizamón; la noche de las Animas, y Barbosa, el Pastor de Nubes, que aún vive en Santa Rosa de Tastil, un pequeño caserío que cruzamos en nuestro camino. Y así llegamos por fin a San Antonio de los Cobres. Increíblemente volví al pueblito color tierra… Y lo primero que hice fue buscar a Elina, la salteñita, que junto a su mamá y a su hermanito Blas, me miraba con los ojos enormes, llenos de sorpresa y alegría.
Como dije al principio…pasaron solo 7 meses…Y no hicimos tan poco…
Enviamos 109 cajas para 6 escuelitas. Llenas de todas las cosas que ustedes pusieron dentro de ellas, pero también repletas de cariño. Y no me cabe ninguna duda que al recibirlas, cada uno de esos chicos va a sentir que no están tan solos.
Y aquí…no termina la historia… La estamos escribiendo entre todos… y todavía quedan muchas páginas por llenar.
Gracias a todos
Silvia
Diciembre de 2004